martes, 6 de mayo de 2008

Cuatro, son las cuatro…

Cuatro de la mañana, sólo la pequeña luz roja del reloj se logra distinguir en medio de toda esta penumbra; de repente un estruendo se escucha a lo lejos; ya son siete años los que lleva la guerra; mi madre como siempre nos pide que no prendamos ninguna luz, que porque nos pueden bombardear.
Algo ha estremecido la casa, mi hermano esta agitado; creo que fue otra bomba; me parece que mi hermano sí quedo traumado por aquel día, lo bueno es que yo ya lo supere; a tal grado que ya tengo todo calculado; mi pantalón esta al lado derecho de la cama; siempre trato de subirlo con mucho cuidado, una de las heridas aún esta a flor de piel. Arremango una de las piernas por que no me gusta que me quede colgando como un pedazo de tela inservible; tomo mi muleta y camino con cuidado para no tropezar con la otra cama donde mi hermano trata de dormir; creo que estoy a punto de llegar donde esta mi camisa, en la pared, colgada, planchada y bien almidonada. Con mucho cuidado la abrocho, aun duele el brazo.
Vamos, vamos... como siempre mi madre deprisa, pero al parecer todavía hay tiempo, son las cuatro veinte y aún puedo alcanzar el autobús que me lleva al hospital.
Vamos, vamos... ten toma tu zapato...
Como siempre mi madre ayudándome a abrochar la única cinta de mi único zapato.

No hay comentarios: